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Alquimista:

Un refugio para los pensamientos
Quizás pueda ser tu refugio o el refugio de muchos
...Quizás no…
Pero me gusta mostrarlo... espero no ser imprudente, prepotente o impertinente...
este un espacio en donde se deja correr la imaginación
donde se puede perder en fantasías "sin razón"
donde lo abstracto toma forma
donde el refugio es la perfección de lo intangible
ahora a la mano…
ahora a la voz y al pensamiento.

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sábado, 12 de julio de 2014

Pablo Milanov y el Gato.

Estando Pablo Milanov sobre el suelo de su casa, con mirada apagada, perdida la pasión, escondido entre unas lagrimas viejas y casi secas que escurrían del corazón.

A veces se paraba del suelo sin perder de vista la puerta, con esa ansiedad y ese ahínco de quien espera la felicidad, de quien espera la oportunidad, él solo pensaba en saltar hacia esa felicidad y besarle hasta la misma existencia, hasta el alma y más allá.

Pablo Milanov iba por algo de agua, comía un poco y de nuevo a la puerta, entrecruzando sus patas, recostándose entre ellas, lamiéndolas, consintiéndose y a la espera infinita de que llegara la felicidad.

La felicidad era más alta que él, pero olía delicioso, esa felicidad tenia aroma único, además la felicidad traía más felicidad, él solo esperaba sentir su presencia, sentir su aroma, para poder cantar de felicidad, para poder babear de emoción.

Y con que emoción declamaba, diciendo a la llegada:

Cantaría de felicidad, cantaría ante la propia ingenuidad
Cantaría perdido en la soledad por aquellos a los que llamo felicidad
Correría y saltaría mil veces por el creciente tambor de mi corazón al verlos
Solo esperaría una eternidad por poderlo de nuevo acompañar.

Yo entendía a Pablo, alguna vez lo escuche decirme:

A veces les dejo mensajes con mis dientes en algunas partes mi casa, aunque ellos prefieren que yo mantenga en mi zona de descanso, en mi zona de confort, donde puedo protegerlos de cualquier situación.


Lo que nunca supo Pablo Milanov es que el verdadero dueño de la casa era yo el audaz y ágil, Galini Pasteur, yo no era solo un gato, yo soy un ¡Dios!, solo que prefería seguir jugando a compadecer a Pablo y a mis sirvientes humanos a los que él llamaba, su “FELICIDAD”.    

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