El amor a Dios, el amor a la
familia, a la madre, padre y hermanos, amor a la patria, amor a los amigos,
amor a la tierra, a las plantas, a los ríos, al cielo, amor al dulce, a una
ciudad, amor al limón con sal, hay de amores a amores y de pasiones desmedidas,
cosas indescriptibles que impulsan el corazón, la carcajada nacida entre
amistades sinceras y únicas, la pasión por otro ser y sus besos, el amor por un
abrazo en el momento indicado, la palabra indicada en el momento indicado, la
magia de las coincidencias universales, lagrimas que nacen del alma, alma tan
nombra y tan invisible, tan poco conocida, tan ignorada.
Esos amores y esas pasiones que
arden el alma, una lucha, una marcha, la pelea por hacer respetar la “justicia”
y la “libertad”, vivimos para sentir y seguir sintiendo esas cosas que nos
comprimen el alma y que al actuar y vivir cada experiencia la libertad del corazón
corre entre las gentes, como la maza del cubano cantante bohemio que en prosa
logra dar vida a una rosa.
Prisioneros de cuerpos, humanos
llenos de errores y por ello tan divinos en actos de sabiduría y angelical
servicio, increíblemente los humanos somos un manojo de oportunidades por la
vida misma, subestimados o sobre estimados, hemos logrado coincidir en algo que
se llama sociedad que pretender tener todo en orden, un orden que al día de hoy
continua siendo el resultado de improvisados intentos por algo mejor, aun así,
de esos intentos ha nacido la vida, ha nacido el amor, ha nacido una voz y un
clamor.
Humanos caminantes, vivientes y
durmientes del pantano, desiertos en bancos de papel, atosigados del éxtasis
globalizado, vespertinos de un nuevo
comenzar, la confusión de una pared de carne que solo busca ir más allá, obras
queriendo ser divinas pero tan humanas como la sangre misma, solo el tiempo
demostrara que futuro nos depara a tan controversial criatura que resultamos
ser.
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