Que terrible sensación, que vacío tan inmundamente oscuro,
la falta de aire, el desespero de no sentir ni propio el mismo cuerpo, paredes
del alma acercándose cada vez más, la claustrofobia de un cubo de tierra
alrededor, aquella sensación de sentir calor intenso y desesperante, el sin
saber que sigue, el miedo al siguiente paso, la intranquilidad total llenando
cada cuarto de la mente, escapando por instantes y volviendo a recaer, teniendo
casi la palpable certeza, que el fin llego, que la esperanza fue un puñal que
poco a poco desangro la posibilidad, un puñal directo al corazón, de donde no
deja de emanar sangre, no hay vuelta atrás, es un camino en un solo sentido,
solo queda respirar profundo por una última vez, con dificultad pero hacerlo,
respirar aire caliente, y abrazar a intempestiva realidad, un último abrazo a
la vida para entregarse a la eternidad, quizás ese es el verdadero miedo, no a
la muerte o al adiós en sí mismo, si no a lo desconocido, parece más corrosiva
la imaginación que otra cosa, la ansiedad del futuro, recordando como la propia
naturaleza humana no permite vivir el presente, sino que te mantiene allá o acá.
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